Frustración total

11 de septiembre, tarde fría en Buenos Aires, tarde melancólica, digna de ser plasmada en una película, justo en la parte de la película en la que sueltas unas lágrimas, después del desencuentro amoroso, y un poco antes de la reconciliación.

“No puedes liderar sin haber sufrido” decía el rotulo del libro que me mando a este lugar con los ojos humedecidos. Mis expectativas sobre la convención eran enormes. Miles de jóvenes líderes reunidos con el afán de fortalecerse y seguir liderando, inspirando a otros jóvenes. Es verdad que en un principio pensé: “Buenos Aires, que hermoso” y claro, la convención era la excusa, pero luego, las expectativas cambiaron, y la convención lo era todo, ya era hora de que Dios me muestre un ministerio, y yo volver directo a trabajar, a hacer su voluntad.

Y es extraño sentirse así, hay una corriente que recorre todo mi ser, una electricidad se apodera de mi pecho, de mi corazón, y no quiero escuchar a nadie, ya no quiero hacer fila para sentarme en otro taller y tener la vista perdida, quiero arrodillarme y llorar. No siento fuerzas, no podría hablar a nadie de Ti ahora, no podría escuchar a nadie decirme algo de Vos, ya no soporto la música que tocan en este lugar, ese ritmo pop que todos saltan, ya no aguanto esto de alcanzar a la gente, a las tribus urbanas, yo solo quiero estar contigo, y no lo digo con orgullo, mas bien me siento egoísta y cobarde.

Quiero contener las lágrimas, no es bueno llorar en un lugar publico, alguien puede verte y “sentir de parte de Dios” hablarte, y claro, como decirles “no quiero hablar, gracias”. No se que decir sobre la convención, al ver a todos esos líderes solo veo normalidad, y por alguna razón eso me deprime, veo a músicos y veo fama, veo “rock stars” y también me deprime, es mas, jamas pensé que ver a Marcos Witt me causaría tanto disgusto, esperaba grandes momentos de adoración, y… solo quería que se calle o que se vaya, y, esto lo digo con menos orgullo aun, que me pasa Dios? Sin embargo, por alguna extraña razón, no me imagino estar en otro lugar que este, no quisiera estar en otro rincón del planeta que este lugar y escribiendo estas lineas con los ojos llorosos.

“Un buen amigo se preocupa por como estas” decía una pagina de otro libro que ojeaba hace instantes, un sabio proverbio por supuesto, una lastima que solo me haga sentir mal – “eres un pésimo amigo” escucho en mi interior, misma sensación que siento al leer algún correo sobre “verdaderos amigos”. Aveces no lo soporto, otras simplemente lo olvido, pero jamas puedo sentirme a gusto al respecto. Y me cuesta entender tu amistad, tu amor, pero Jesús, siempre me pregunto si tu carácter no flaqueo, si tu amor por la gente no se vio opacado por ciertas circunstancias, y preferiste guardar silencio, ocultar algunas lágrimas hasta renovar tus fuerzas y tener fuerza para lanzar al aire una palabra que hoy engalona las predicas de los pastores. Me conforta suponer que si, que alguna mañana querías envolverte el rostro con las sabanas y no dar la cara, quedarte dormido para olvidarlo todo, por alguna razón, cuando despertamos no tenemos sentimientos sino una mente vagabunda, como un nuevo comienzo.

No puedo imaginarme volviendo a Bolivia a trabajar, a hablar de lo maravilloso que fuiste en este congreso, motivado a conquistar corazones, solo me veo mintiendo fríamente: “estuvo increíble, realmente una bendición”. Después de todo, que otra cosa podrían esperar de un congreso de tal magnitud y con semejantes exponentes? Como decirles que la pase bien solo mientras estaba sentado solitario en un rincón mientras escribía unas lineas.

Las filas ya se llenan para el siguiente concierto, la verdad no me motiva la idea de la “fiesta” que se viene, la “fiesta electrónica”. Creo que en el congreso me describieron: “un religioso cuadrado que no entiende las nuevas modas de la sociedad”. Papá, yo solo quiero arrodillarme y gritar “Santo, te amo, muero de amor por ti”, y me gusta la música de fondo “Santo eres tu, y los ancianos arrojan coronas ante Ti” del disco que acabo de comprar. Tengo ganas de correr a una iglesia local, quiero de tu Espíritu Santo.

Papá, escúchame, soy una bolsa de errores, de falta de fe, de inconsecuencia de mis actos, pero TE AMO, me desespero por Ti, pocas veces lo demuestro, pocas veces tengo ganas de decirlo, pero cuando lo hago, lo hago desde el fondo del corazón, con sinceridad, con necesidad, con pasión, con amor, con desesperación. Quiero perderme en tus ojos, quiero perderme en tus brazos, mi corazón palpita por Ti, tu amor me hace soñar, esperanzas vuelven al pensar en tu amor, fuerzas vuelven cuando pienso tu amor, veo ese loco y distante sueño como posible, lo veo con esperanzas.

El corazón se me parte cada vez que las palabras se me traban, cosa que pasa casi cada vez que abro la boca, pero, quiero amarte como ningún tartamudo jamas antes te amo, quiero alegrar tu corazón como ningún tartamudo jamas, quiero que me veas como “tu tartamudo” del cual hables con orgullo, al fin de cuentas, las palabras son un detalle.

Ven Espíritu, esta carta es para vos, para decirte que te anhelo como a nada en esta vida, y no lo digo como cliché, sino con lágrimas de desesperación, y no encuentro la palabra para describir tal desesperación, tal anhelo. Ven, ven ahora, lléname, lléname por dentro, ven y muévete, tu dijiste que también estabas desesperado por venir, quiero tus ríos fluyendo en mi, caudales fluyendo en mi interior, por todo mi ser, quiero estar contigo, te quiero abrazar, y no soltarte mas. Olvida los protocolos, yo quiero estar contigo en este rincón. Allá la fila, allá los autos, por allá la gente que camina agitada, acá tu y yo, quiero olvidarme de quien soy, o donde estoy, solo quiero susurrarte al oído que te quiero, que te amo, que te adoro solo a Ti, la santidad de mi Papa, tu Espíritu Santo, lo mas preciado de todo la creación, lo que mas cuida mi Dios eres tu, y yo quiero estar contigo, te amo, te anhelo, eres una pasión para mi. Sin protocolos Espíritu, ven, ven, es acá donde yo te quiero, es ahora que mi corazón arde por Ti.

No es solo algo físico, no es solo este temblor, ven por dentro, te quiero por dentro, quiero que nuestros espíritus sean uno ahora. Somos uno ahora, somos uno ahora, tu estas transformando mi ser ahora, ahora ya no soy el mismo, no solo por fuera, no es solo algo físico, ya no soy el mismo, ahora somos uno, Santo Santo Santo eres tu, este es el mejor lugar para estar, la alegría que viene de allá, de la fila, no es nada atrayente, tu eres atrayente, tu eres adictivo, tu actúas con profundidad,

Tu me trajiste aquí, tu me moviste, quizás no para capacitarme, sino para abrazarme, para llenarme en este rincón. Y ahora todo tienen sentido, ahora la convención tiene sentido, cuando Tu estas todo tiene sentido.

Como me vas a usar? tengo miedo, no me siento capaz, a veces siento que lo único que tengo es este amor, que no soy una persona muy atractiva de imitar. Quizás podría decir cosas bonitas a gente desconocida, pero que tal si alguien pasa una hora a solas conmigo? cuanto temor le tengo a eso.

Han pasado exactamente dos años desde que le escribí esta carta a Dios. Jamás pensé que algún día la publicaría pues era una carta muy íntima. Fuimos enviados por mi iglesia a un congreso enorme para líderes. Teníamos expectativas altísimas de lo que iba a suceder, pero estando allá yo me sentía totalmente frustrado. Cogí mi laptop, me fui a un rinconcito, y con lágrimas en los ojos, le escribí esta carta a Dios.

Han pasado exactamente dos años… y es extraño que en estos días vuelva a tener un sentimiento similar a aquél entonces. Mi frustración hacía el Cristianismo aumenta cada día, mi frustración hacía la iglesia es cada vez mas notoria. Mi Biblia dice cosas hermosas para quienes esperamos en Dios, pero no llego a ver nada de eso, no lo encuentro, no lo entiendo. Ya me cansé de hablar cosas bonitas sobre los Cristianos que no son ciertas. Ya no quiero ser parte de un sistema hipócrita y manipulador.

Hace unos días hablaba con una amiga, ella me explicaba porque no se considera Cristiana, y porque no tiene ningún interés en convertirse. Ella es parte de una familia Cristiana y asiste a la iglesia todos los fines de semana. Mientras me nombraba todas aquellas actitudes erróneas de los Cristianos que conoce me di cuenta que me estaba describiendo a mi. Me di cuenta que soy el claro reflejo de una iglesia muerta y castradora. En qué momento fue que olvidamos que lo más importante es el amor? En qué momento dejamos de amarnos con sinceridad? En qué momento el amor se convirtió en un discurso? Cuándo fue que cambiamos el amor por “cuidar la sana doctrina”? Cuándo fue que el “ser usados por Dios” tomó un papel prioritario?

Durante toda mi vida fui indiferente a la hipocresía, pero últimamente me está empezando a molestar bastante. Así que he estado barajando dos opciones:

  1. Volver al mundo. Retomar aquellos años de vida loca y descarriada. Alejarme de este sistema hipócrita.
  2. Dejar de ser indiferente y dar mi vida por cambiar este sistema corrupto del cuál soy parte.

La verdad es que la primera opción suena mas atrayente. Pero amo demasiado a Dios. Simplemente Dios es lo mejor en mi vida. Así que la primera deja de ser una opción. Creo que sólo nos queda una opción. Es hora de dejar la indiferencia y dar nuestras vidas por lo que es correcto.

Tenemos varias armas y métodos que podemos usar para lograrlo. Pero dado que la situación es extrema, vamos a tener que usar nuestra mejor arma. Vamos a tener que recurrir al AMOR.

Tartamudo en el corazón

«Es como una luz que nos devuelve la esperanza; Es un regalo de Dios» dijeron muchos tartamudos después de ver la película “El discurso del rey”. No fue poca la revuelta que se armó entre los tartamudos, quienes elogiaban y agradecían a los creadores de la ganadora de cuatros Oscars y un Globo de Oro.

Debo reconocer que a mí la película me molestó muchísimo. El rey Jorge VI está apunto de declarar la guerra mas estúpida y sangrienta de la historia, y tiene, en el otro bando, a uno de los psicópatas más enfermeros que la tierra ha parido: Hitler. Estamos hablando de una situación devastadora y trascendental.

Sin embargo, nuestro querido Jorge VI está más preocupado por algo casi insignificante: es torpe para hablar. Abre la boca y las palabras se le traban. Es tartamudo. Es difícil entender como alguien puede darle tanta importancia a algo efímero cuando de frente tiene algo realmente relevante y real: una guerra, no como sus temores fantasiosos. Finalmente Jorge VI da su discurso en cual la guerra es declarada, y se siente muy feliz por haberlo hecho de forma fluida, por hablar casi sin tartamudear. Su familia está feliz, sus amigos están contentos, su terapeuta está alegre: Jorge pudo dar su discurso con normalidad. No Jorgito, deberías estar llorando, no hay nada que celebrar, tu tartamudez no tiene trascendencia alguna, es sólo un discurso. En cambio, algo realmente horroroso acaba de suceder y tú no le das importancia porque acabas de “hablar bien” en público. Que ridiculez. Que cobardía.

Algún tartamudo dirá «tú no entiendes lo que se siente». Todo lo contrario. Tengo el habla totalmente bloqueada. Y la razón por la que me molesta ver la película es porque puedo ver todos mis miedos y temores reflejados en Jorge VI. Dicen por ahí que las verdades duelen. Como tartamudos estamos tan preocupados por cómo van a salir las palabras que dejamos a un lado las cosas que realmente importan. En el afán de aparentar ser “normales” dejamos a un lado nuestro corazón. Una muerte sin cadáver.

«Si dejara de tartamudear sería feliz» dicen muchísimos tartamudos. No amigos, no lo serían. Pero en cambio, si serían felices quizás dejarían de tartamudear. O, lo que es mejor aún, no importaría en lo absoluto.

El verdadero asunto tiene poco que ver con la tartamudez. El miedo a tartamudear es muy parecido al que una persona con sobrepeso tiene al ir a la playa en traje de baño, o ponerse un vestido de gala para una fiesta importante, porque claro, los rollitos que están demás brillaran en su esplendor y nos expondrán a la burla y a la verguenza. O el temor de un bizco de mirarte a los ojos fijamente, el miedo de alguien con los dientes chuecos y podridos a reírse con libertad, el miedo de hablarle a una chica de quien no se siente atractivo, el miedo de hacer amistades de alguien que no se siente popular, etc, etc, ETC. En cierto modo, todos tenemos algún temor que nos paraliza, que nos bloquea. En cierto modo, todos somos tartamudos en el corazón.

El problema, una vez más, radica en nuestro corazón. En aquel orgullo que se aferra a ser alguien, que intenta mostrar al mundo que tiene “lo que se requiere”, que se niega a exponer sus mayores debilidades, que se niega a mostrarse como realmente es.

Hemos dejado de luchar nuestras mejoras batallas, las más emocionantes, las más desafiantes y satisfactorias, a cambio de intentar validarnos como personas, a cambio de ser aceptados, a cambio de encajar en los parámetros de cordura social. Es hora de aceptarnos cómo realmente somos: una masa de barro imperfecta, un desastre total, pero por sobre todo, es hora de salir y luchar la verdadera batalla. Es más fácil luchar cuando ya no tienes una imagen que cuidar, cuando ya no tienes una reputación que mantener, cuando puedes fracasar con total libertad. Ya no tienes que invertir más energía en validarte como persona, en “encontrar tu verdadero yo”, pues sabes que sólo eres una bola de barro que lucha incansablemente por un sueño que es mucho más grande que uno mismo.

No es fácil salir de las palabras y pisar el campo de batalla. Pero decidí dar un primer paso, uno pequeñito quizás, pero firme. Tomé un curso de oratoria y frente a mi clase pronuncié el siguiente discurso:

La miré fijamente. Sus ojos me devolvieron la mirada con dulzura, como adivinando que estaba apunto de declararle mi amor. Sabía muy bien lo que tenía que decirle, lo había practicado como 100 veces frente al espejo. Sin embargo, justo cuando estaba apunto de decirle la primera palabra sucedió lo que más temía. Una vez más volví a recibir una mala pasada por parte de LA TARTAMUDEZ.

Se estima que alrededor del 1% de la población mundial sufre algún tipo de tartamudez. Durante muchos años se han llevado a cabo una serie de estudios científicos y psicológicos para poder determinar cuál es su origen, pero ninguno de estos pudo dar una respuesta con certeza y confiabilidad. Aún sigue siendo un acertijo sin resolver.

Se suele comparar a la tartamudez con un iceberg. Un iceberg es un gran témpano de hielo, del cual sólo podemos ver una pequeña porción, y la mayor parte se encuentra oculta bajo el mar. De igual forma, la tartamudez viene a ser la parte visible, lo que la gente puede percibir, sin embargo, esta es la parte mas pequeña del problema, ya que por debajo se esconden una serie sentimientos: miedo, vergüenza, culpabilidad, frustración, y muchos otros.

Durante el siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos para encontrar una cura a la tartamudez. Se formularon una serie de terapias, muchas de ellas ortodoxas, y algunas, incluso, irracionales e inhumanas. Muchos tartamudos, con la esperanza de ser curados, fueron sometidos a tratamientos crueles como injerir ácidos que destrozaron sus cuerdas vocales, molestosos implantes en el rostro, o incluso cirugías en las cuales cortaban partes del sistema encargado del habla.

Sin embargo, en estos últimos años, se ha dado un giro total en cuanto a la forma de ver a la tartamudez. Cuando aún era niño, Van Riper se juró a sí mismo encontrar la cura a su horrorosa tartamudez. Luego de una incansable búsqueda, de probar incontables terapias y de asistir a un montón de colegios para tartamudos, Van Riper llegó a la conclusión de que no existe una cura definitiva. Fue entonces que inició una nueva forma de terapia, una terapia que no que consiste en aprender a hablar, sino en aprender a tartamudear, a tartamudear con soltura, sin ninguna culpabilidad. A no pretender ser alguien que no eres, sino salir al mundo y reconocerte, con alegría, como tartamudo.

Fue entonces que un montón de personas empezaron a salir de la oscuridad para mostrarse al mundo como quienes verdaderamente son, enfrentando los miedos con valentía, con gozo. Algunos decidieron buscar un trabajo en el cual tienen que hablar bastante, algunos se hicieron profesores, y otros decidimos tomar un curso de oratoria en Sal y Luz. La premisa es siempre la misma, ya no ocultar quienes somos, sino decirle al mundo: “SOY TARTAMUDO”. No se trata de resignación. Todo lo contrario, se trata del primer paso hacía una necesaria libertad.

Finalmente, si tienes algún amigo tartamudo, puedes hacer mucho por él. Apóyalo incondicionalmente. Jamás te burles por su forma de hablar. Cuando esté hablando mírale a los ojos con tranquilidad, no desvíes la mirada ni hagas gestos extraños. Jamás completes las palabras por él, deja que él las termine por su propia cuenta. Tampoco le pidas que se relaje o que respire, tan solo actúa con normalidad. De seguro que encontrarás en él una gran amistad.